lunes, 30 de julio de 2012

MI EXPERIENCIA EN LA CIUDAD ANTIGUA DE QUEBEC, CANADÁ




Mi experiencia en la Ciudad Antigua de Quebec, Canadá

Como puertorriqueño, la experiencia que la ciudad de Quebec me dejó en la psiquis fue que mientras más la conoces, y caminas por sus adoquines rodeados de murallas, más te hace reflexionar sobre lo que debió haber sido la ciudad de San Juan en su esplendor y sobre lo que debería ser nuestra sociedad hoy día. Una nación dentro de otra, orgullosa de sus raíces, su idioma y cultura, sin la pedantería común de aires de superioridad ni la mediocridad de espíritu de la xenofobia. Allí, los verdaderos nacionalistas no padecen de la fobia al cuco de la asimilación, ni los más conservadores con el complejo de ser lo que no son. 
Ciudad orgullosa, celosa de su patrimonio histórico; caminé kilómetros de murallas entre paredes pintadas con frescos, estatuas y monumentos y no encontré vandalismo de grafiti ni una lata tirada en las calles. Noté que es común que jóvenes adolescentes participen de las conmemoraciones de hechos históricos significativos de la ciudad y conozcan fechas, personajes relativos a estas efemérides. 
Ciudad orientada hacia el compartir en familia; en el verano se promueven actividades de sano entretenimiento al aire libre y es común ver a padres con sus hijos, abuelos y nietos juntos, sin tener que el gobierno gastar en detectores de metales ni policías. Los centros comerciales cierran a las 5 p.m., manteniendo en control la tentación de usar el consumismo extremo como medio de entretenimiento. Fui testigo de que una buena conversación es altamente valorada, por lo que es muy común recibir invitaciones para ir a tomar un vaso  -rendre un verre- esto implica ir normalmente a un restaurante o bar. La regla implícita es que cada quien paga su cuenta, la mujer puede sentirse terriblemente insultada si uno intenta pagar su cuenta sin consentimiento.
Son ciudadanos con un aprecio por el conocimiento, los estudios son considerados parte esencial del desarrollo integral, no del individuo, sino de la sociedad. El trato preferencial, en muchos aspectos, hacia los estudiantes es evidente y encuentras una librería en cada esquina y un espacio abierto para leer. La ciudad alienta el desarrollo de las artes y la cultura, y la vecindad tiene el privilegio de disfrutarlo. Cada actor, músico, mimo o pintor tiene el espacio y la oportunidad de exponer su arte en las calles y parques. Ciudad orientada a la preservación del ambiente, donde el que maneja un auto es un tipo raro, la bicicleta ha reclamado su espacio y la mayoría de los autobuses son eléctricos. Los paisajes están adornados de árboles, no de cables de tendido eléctrico. 
Ciudad que cuida y protege a sus ciudadanos, con servicios de salud universal gratis, programas de prevención de salud integrados al currículo escolar y a los servicios de cuidado de las personas de tercera edad. 
Ciudad donde calidad de vida cobra sentido; la prisa no marca los pasos de los peatones ni conductores, no faltan sonrisas en los rostros citadinos ni un amable bonjour ,sin importar la hora del día. Tampoco falta un gratificante merci beaucoup al brindar algún servicio. Ciudad en donde la tolerancia hacia la diversidad se plasma hasta en las ventanas del edificio que alberga la asamblea nacional.
No se puede pasar por alto la diferencia de una ciudad que disfruta de un sistema de gobierno que sirve a los ciudadanos, no se sirve de ellos. 
Viajé cientos de kilómetros desde la vieja Quebec a Montreal sin pagar un solo centavo en peaje ni perdí horas en un tapón, no tuve que mirar a todos lados en las intersecciones previniendo un carjacking. Sobre todo, lo más gratificante es que no tuve que cerrar los cristales del auto para no ser atacado por un ensordecedor reguetón del auto de al lado. 
 Dr. Miguel Ángel Zayas



 



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